Mi maternidad sin padre es el nombre del artículo que comparto a continuación y del que creo que muchas nos podemos identificar:
La primera vez que vi el positivo en mi prueba de sangre sentí miedo, profundo, de ese del que te paraliza, del que no te deja razonar. Solo pensaba en que no estaba preparada para ser madre, efectivamente había pasado la mayor parte de mi vida adulta vociferando que la maternidad no era una de mis metas en la vida. Efectivamente mi hijo no fue un niño buscado pero muy en el fondo de mi ser si era deseado, aunque no era de forma consciente si me imaginé un par de veces con hijos y por supuesto en familia.
Siempre permanecí alejada de lo que tiene que ver con la crianza de niños, no había en mi nada que fuera bueno o malo, solo conocía lo que decían era lo normal para mi familia, punto en el que agradezco fuese así, de lo contrario no me hubiese podido dejar llevar por lo que realmente resonaba en mi corazón. Llegue a manos de un ginecobstetra que me abrió las puertas de lo que hoy se conoce como crianza respetuosa.
En el camino las cosas fueron cambiando y de ser tres pasamos a ser dos, mi hijo y yo, el escenario al ser diferente era más desafiante pero lo que si siempre mantuve claro era que a pesar del cambio en las circunstancias mis convicciones en cuanto a la maternidad permanecían intactas. Con lo que no contaba era con la culpa y sobretodo con este deseo triplicado de querer que siempre tuviera lo mejor, no me refiero solo a lo material, también a lo emocional y espiritual.
La autoexigencia es algo que siempre me ha caracterizado y ser madre no es algo que lo haga desaparecer sino más bien aumentar, comprender que tienes un ser a tu cargo que será el futuro de este mundo te hace entrar en razón sobre la verdadera responsabilidad que es criar un hijo. He recorrido un camino diferente incluso a veces puede ser doloroso, sin duda alguna, pero las gratificaciones han sido maravillosas. Aprender a autocontenerte, desde la visión consciente del rol que representas, es la principal guía.
Si algo me ha enseñado este camino es a verme a mí antes de voltear la mirada hacia mi hijo, comprendí que no puedo sustituir a su padre, solo soy su madre y tengo claro que debo dar lo mejor de mí para evitar secuelas emocionales. Día a día le muestro a mi hijo valores, la importancia de la familia y sobretodo me doy la tarea de sanar heridas que me pueden permitir ser una mejor persona. Una de mis bases siempre ha sido eso que tanto repiten ¨si mamá está bien bebé lo estará¨.
Cuando estaba en la posición de ¨familia completa¨ venía a mí un pensamiento recurrente ¨que duro debe ser para las madres que crían solas¨. Hoy que lo vivo a diario puedo decir que es tan difícil como así consideremos que va ser, va ser tan duro y doloroso como así lo permitamos. No niego que hay momentos que quisiera tener al padre cerca, no niego que hay momentos que provoca salir corriendo, lo irónico es que justo en esos momentos es cuando mi hijo de alguna forma me hace recordar porque decidí criar diferente.
Criar diferente a lo que creemos como normal, no viene desde la convicción de cambiar al mundo, criar diferente para mi nace de la necesidad de sanar lo que me hizo daño alguna vez, entender que quiero ver a un adulto seguro de sí mismo, a un ser humano integro. Hace poco comprendí que posiblemente en unos años el tendrá sus propias experiencias que sanar y aún así estaré tranquila de saber que hice todo lo que estaba en mis manos por darle lo mejor que podía desde el ser humano que soy.
El hecho de criar diferente no quiere decir que uno va dejar que su hijo haga lo que le venga en gana, pues no, es enseñarles que sus derechos terminan donde comienza el de los demás y que por supuesto tenemos deberes que cumplir simplemente porque somos seres sociables. Poner límites también es una forma de demostrar amor, porque indiscutiblemente hay reglas que cumplir.
Cuando criamos libre de golpes y castigos se ha demostrado que tenemos adultos más seguros en sí mismo. Hasta hace poco me autorreclamaba mucho esas veces que perdía la cordura, esos momentos en el que el automático de mis paradigmas se activaba, sin filtro. Pues con el tiempo he comprendido que eso también forma parte de mi maternidad y de mi aprendizaje, esos momentos son los que me hacen humana y son los que enseñan a mi hijo a saber que aunque a veces uno se equivoca y siempre se puede remediar.
Para mí la maternidad sin padre presente se ha vuelto un viaje fascinante, en el que me he conocido y he aprendido mucho, comprendiendo que no es que voy a buscar miles de libros que leer sino buscar dentro de mí la activación de preguntas que al responderlas se comienza procesos para el bienestar personal e incluso colectivo.
La maternidad sola o acompañada puede significar nuestro mayor reto o el mayor aprendizaje, solo nosotras sabemos cómo tomarla, en lo particular decidí que pese a las circunstancias no quería vivir en esta constante peleas de poderes, mucho menos en la constante frustración o posición de víctima, no, así no es la vida que quiero, acepto mi realidad, la vivo conscientemente y entiendo cada día que mi hijo me escogió como su madre para poder cumplir su propósito de vida.
Criar desde mi más profundo amor y camino de despertar individual me ha dado la fortaleza para comprender que mi hijo tiene su propia historia, yo sólo soy su guía, simplemente soy medio para que pueda tener las herramientas necesarias que le permitan continuar por sí solo en el momento indicado. Así que por ahora me disfruto cada segundo, desafiante o no, aprendo y corrijo, vivo y amo la maternidad desde la infinita seguridad que aunque no soy perfecta soy la mejor versión de madre que puedo ser.
Autora: Julie Guirados. Caracas- Venezuela
Mujer valiente y emprendedora
Madre de niño amamantado de 34 meses (aún seguimos en lactancia)
Promotora Lactancia Materna
Defensora de la crianza respetuosa desde un punto de vista consciente hacia ti mismo.
Instagram: @jcguirados