El juego es la actividad de mayor importancia en la vida de un niño, ya que a través de este transforma en acción sus sentimientos, fantasías y aunque parezca difícil de creer, también resuelve conflictos. Decir niños y no asociar inmediatamente el juego, no resulta lógico.

Quizás a algunos les resulte conocido el famoso ejemplo Freudiano del «niño del carretel», en el cual, el nieto de Freud, no lloraba cuando su madre lo «abandonaba» por algunas horas, sino que según explica Freud, se resignaba con facilidad a su ausencia. No obstante, en ocasiones, arrojaba lejos todos los objetos que se encontraban a su alcance y al hacerlo emitía un sonido que interpretaban como «se fue». Posteriormente, su abuelo observó que tenía un carretel de madera atado a un hilo el cual lanzaba por la baranda de su cuna  y «desaparecía», luego al tirar del hilo el carretel volvía a aparecer, todo esto ante la mirada de su interlocutor quien además interpretó que a través de este «desaparecer y volver» el niño escenificaba las idas y regresos de su madre, asumiendo un papel activo al decidir cuando «se iba» y «regresaba» el carretel (o su progenitora).

El valor del juego es trascendental en la vida infantil, ya que de él dependerá el desarrollo de las emociones y del pensamiento del niño. El juego le permite al niño crear un mundo propio donde podrá «resolver» los conflictos que se le presentan según la etapa en la que se encuentre.

Ante lo anteriormente explicado, el juego contribuye a que puedan enfrentarse a los problemas y liberar sus sentimientos asociados a esta situación, así como revivir situaciones placenteras. Las vivencias que el niño sienta deba resolver, que le causen placer pero también displacer serán transformadas a través del juego. En la práctica clínica, se puede mencionar el caso de una pequeña, cuya madre la había abandonado y que constantemente jugaba al «escondite» previa a la entrada al consultorio, donde la especialista debía buscarla y encontrarla; otro ejemplo podría ser el de otro pequeño cuyo conflicto parecía estar relacionado con la figura paterna y la ley, que intentaba jugar constantemente con legos y personificaba escenas de transgresión de normas y quizás la necesidad del límite y ley ¿Ven la relación que podría tener con el significado del juego?

La realidad venezolana convertida en juego

Varias madres han expresado su preocupación por los juegos que últimamente llevan a cabo sus hijos, donde personifican situaciones de la vida cotidiana como ser “bachaquero” o «el picure». No obstante, no resulta un fenómeno extraño, ya que hace unos años, los niños jugaban también en el colegio a las “guarimbas”. A continuación uno de los comentarios de una madre:

«El fin de semana mi hijo de 4 años agarró un bolso grande y se lo puso en la espalda, me dijo que era un bachaquero, yo no sabía que responderle y le dije que el no era eso, le busqué unos juguetes y le quité el bolso y jugué con él, no sabía qué hacer en ese momento».

El denominado «bachaquero» para los que no estén al tanto de este «fenómeno» es una persona que adquiere artículos esenciales en el día a día de los venezolanos y los revende a un precio muy por encima del estipulado, enriqueciéndose a partir de la necesidad del otro. No obstante, a pesar de que es algo que de por sí puede resultar un antivalor y ser caracterizado como negativo, es común escuchar a los adultos decir «voy a bachaquear» como expresión de ir a hacer cola para adquirir los alimentos que necesitan, lo cual no tiene nada que ver con el primer concepto.

Revisando en la web diversos artículos, se pueden encontrar también algunas noticias que refieren que algunos niños «juegan y quieren ser como El Picure», indicando que algunos de nuestros pequeños en sus juegos personifican a este delincuente.

Luego de lo anteriormente expuesto, resulta importante comprender que a través de estos juegos, nuestros niños nos están expresando algo. Tal como lo indicamos en los párrafos iniciales de este escrito, probablemente intentan resolver una situación que le genera conflicto o también podría expresar una fuente de identificación y este es el escenario que encuentra para ello. Si realizamos un análisis (somero) de esta situación, podemos entrever como las necesidades básicas en estos juegos, como lo son la adquisición de los alimentos, superan las de motivación al logro, es decir, el jugar a ser maestra, entre otros ejemplos muy cotidianos. La realidad entonces es actuada por nuestros pequeños, quienes definitivamente no son ajenos al día día.

¿Qué hacemos ante esta situación?

Resulta evidente que más que regañar o prohibir un juego, como adultos debemos tratar de entender qué nos está diciendo nuestro niño, por ejemplo ¿En el hogar resulta un valor el bachaqueo? ¿El picure resulta importante en el hogar, es un símbolo de poder? o por otro lado ¿La situación del bachaqueo nos llena de angustia y no nos damos cuenta? ¿Esta situación ha impregnado gran parte de la vida en el hogar?

Además, debemos ofrecer una alternativa. Incorporar en sus juegos aquello que podría estarse demandando de forma implícita. En los juegos de bachaquero ¿Por qué no incorporar el manejo del dinero y la compra de artículos según lo establecido, sin la manipulación que supone esta actividad de por sí ilícita? Un ejemplo típico puede ser jugar a cocinar y previo a ello cómo se deben adquirir los alimentos. De igual forma, ante un juego donde esté inmerso “El Picure” o “El Lucifer” ¿Por qué no incluir la ley? Una ley donde además se espera que sea esta la que triunfe. Durante muchos años ha sido común el juego de “Policías y ladrones” ¿Por qué no retomarlo?

Con todo esto, lo que se quiere expresar es que estos juegos son una ventana para que los padres, docentes y los adultos detectemos temas que definitivamente deben ser conversados de forma reiterada con ellos. En resumen: Tratar de escuchar lo que nos expresan a través de estos juegos y a partir de allí reflexionar y actuar.

Melissa Rosales – Psicóloga infantil /  psicochamos@gmail.com

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