Una de las razones por las que muchos padres y madres siguen eligiendo pegar a sus hijos es porque consideran que “no tienen otra opción” ya que perciben que  esta es la única forma en la que sus hijos “obedecen”.

La realidad es que detrás de esta forma de reacción, se esconde una falsa concepción de éxito, que radica  en la sensación de control del adulto sobre el niño, de este modo, un adulto que pega, percibe que tiene con esta estrategia la última palabra sobre alguna situación, asume que su hijo necesita ser controlado desde afuera y que ese control solo puede ser dado a través de esta acción que defiende de lleno la “conducta problema”.

El detalle de esta concepción es que mientras más pegamos, más le decimos a nuestros hijos que no son capaces de gestionar ellos sus conductas y que siempre van a necesitar de otros para actuar de manera “esperada”, esta es la razón por la que mientras más pegamos, más necesitaremos pegar, pues el umbral de autogestión del niño disminuye mientras el de control externo crece.

El niño además aprende a que si hay algo que desea hacer, por lo que posiblemente pueda ser pegado, debe hacerlo a escondidas, para evitar la mirada externa que conlleva al temido castigo. Muchos niños inclusive ejecutan acciones poco beneficiosas, en búsqueda de la ratificación de la atribución negativa que han construido sobre ellos gracias a estos métodos de control externo; de este modo, se asumen merecedores de que les peguen, o bajan tanto el umbral de sensación físico y emocional, que eligen seguir adelante con la conducta que no les reporta beneficios pues “me pegan pero eso no me duele”.

Otra razón por la que los padres siguen teniendo la idea de la falsa sensación de efectividad, es que los malos tratos físicos, entre ellos el pegar, se inscriben en el miedo como emoción coercitiva. De esta manera, frenan una emoción abrumadora con otra aún más abrumadora, llegando a pensar que esta es la única forma en la que un niño puede detenerse.

Pongamos un ejemplo: imagina que le has acordado con tu pareja para que te busque a las 6pm, le explicas que estarás sol@ en el lugar y que es importante que llegue a tiempo pues no tendrás modo de irte. Así llegan las 8pm y tu pareja aún no llega, cuando finalmente aparece te explica que se le ha olvidado, tu estas molest@, y comienzan a discutir en el auto, cuando de pronto casi chocan. El miedo del posible accidente te hará inevitablemente detenerte, y hará que la rabia quede como emoción secundaria pues el miedo ha causado un choque emocional tal, que hace que las otras emociones pasen a segundo plano. Lo mismo sucede cuando pegamos, no existe estado de consciencia, no existe aprendizaje, simplemente el miedo opaca la emoción que producía el comportamiento poco beneficioso.

Claramente la evitación por miedo tiene umbral de efectividad momentáneo alto pero efectos disfuncionales a futuro, pues sigue dejando de lado la capacidad creciente del individuo de autocontrol, autogestión y aprendizaje real sobre la situación.

De ese modo, no te dejes engañar por estos falsos efectos “exitosos”, cambiar la mirada y el paradigma te ayudará a obtener resultados más reales y duraderos en el tiempo para la situación. Piensa siempre en la ganancia a futuro, pues es mayor cuando #YoElijoNoPegar

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